Tarjeta amarilla, casi roja
JOSÉ JUAN TOHARIA 05/06/2011
Dos de cada tres españoles (66%) simpatizan con lo que se conoce como Movimiento 15-M, del que un 74% subraya su carácter pacífico. ¿Cómo no van a simpatizar si el 81% piensa que quienes lo promueven tienen razón, en líneas generales, en las cosas por las que protestan y el 84% considera que lo que estos "indignados" plantean son cuestiones que afectan al conjunto de la sociedad y no solo a unos pocos? Dos de los planteamientos centrales del Movimiento 15-M encuentran un respaldo prácticamente unánime entre nuestra ciudadanía. Un 83% cree que desde que empezó la crisis quien realmente manda en el mundo (y por ende en España) no son ya los Gobiernos sino lo que genéricamente se designa como "los mercados". ¿Puede extrañar entonces que se sumen a la reclamación de una "democracia real", es decir, de aquella prometida -y tan rápidamente olvidada- refundación del capitalismo que iba a restituir al cuerpo político esa soberanía ahora aparentemente secuestrada por un variopinto cúmulo de agencias e instituciones financieras?
En segundo lugar, el 90% cuestiona fuertemente el modo en que están organizados y funcionan nuestros partidos políticos y reclaman su reforma en profundidad para que presten más y mejor atención a lo que piensa el ciudadano medio. Ahora, la triste impresión dominante en nuestra sociedad -e incluso tanto entre votantes del PSOE como del PP- es que uno y otro partido solo representan sus propios intereses como organizaciones: únicamente un 19% piensa, en cambio, que representan realmente los intereses de la mayoría de los ciudadanos. La ciudadanía coincide así con los "indignados" en mostrar a la clase política una contundente tarjeta amarilla que si no ha pasado ya a ser roja es probablemente por la inequívoca identificación de los españoles con su sistema democrático, a pesar de la imagen esclerótica y distante que este ahora les presenta. Pero el aviso está dado.
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