martes, 28 de enero de 2014

LA PLAZA DE CASTELAR, por Julio Malo de Molina


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LA PLAZA DE CASTELAR

Así se denominó en un tiempo a la Plazuela de la Candelaria en homenaje a uno de los políticos más notables de la España contemporánea, Emilio Castelar a quien se atribuye como lugar de nacimiento la casa número 1 de esta plaza que se diseña y engalana como consecuencia del derribo del convento que ocupaba el lugar, según orden dictada en marzo de 1873 por el Consistorio que presidía Fermín Salvochea. Es una plaza primorosa con pérgolas ornadas por buganvilias, palmas, dragos, acacias, fuentes, estatuas, bancos, perros y chiquillos. Su aire romántico está poblado por ecos del pensamiento republicano español, desde el recuerdo de aquel ayuntamiento cantonalista que la hizo posible, y la presencia del prócer del republicanismo liberal ya no en el nomenclátor pero sí en el bello vaciado de bronce, obra del escultor Eduardo Barrón en 1901. Hasta una placa fundida por el Ayuntamiento de la Segunda República que conmemoraba en 1932 el centenario del nacimiento del político, pieza salvada del exterminio de emblemas de esa etapa de nuestra historia. Dicen que Emilio Castelar ya nació en el buque que transportaba a su familia desde Gibraltar, donde su padre se había refugiado tras ser condenado a muerte acusado de afrancesado por El Narizotas, tal vez el peor rey de nuestra historia. Emilio Castelar, conocido líder de la causa republicana, condenado por sus ideas a garrote vil en 1866; tras huir a Francia participa en la revolución de 1868 iniciada en Cádiz, y alcanza la Presidencia de la Primera República en 1873.

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Es una de esas operaciones progresistas que durante el XIX van a hacer amable una ciudad hasta entonces abigarrada, encerrada por espesas murallas y taponada por las altas tapias de sus oscuros conventos. Como en Plaza Mina, la demolición del espacio conventual permite la reforma de las edificaciones. Nada más revelador de esa luminosidad recuperada que la casa con fachada de vidrio en el número 6, levantada como restaurante. Destacan también dos bellos caserones decimonónicos en el borde que se prolonga hacía Sacramento donde aún se conserva un rótulo de loza con el antiguo nombre: Calle de Bilbao. En una de ellas, la Gloria; en la otra Café Royalty, dos establecimientos con encanto.
JULIO MALO DE MOLINA.

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martes, 21 de enero de 2014

El Instituto de Cádiz ha cumplido 150 años por Manuel Raboso Comas

El Instituto de Cádiz, pues así se conocía al Instituto Columela cuando empezó su actividad educativa, ha cumplido 150 años. Tanta historia se está celebrando, entre otras actividades, con una exposición en la Casa de Iberoamérica (antigua Cárcel Real) cuyo contenido procede de los distintos departamentos de la institución docente, y que está siendo muy visitada por el público gaditano. 

El Columela se caracteriza porque es un centro educativo, a la vez, antiguo y moderno; antiguo porque lleva 150 años impartiendo docencia, sintiéndose orgulloso de su tradición docente, y es moderno porque siempre ha procurado estar en vanguardia de las novedades educativas. 

El Instituto Columela ha tenido dos sedes, la primitiva, radicada en la calle San Francisco y la más reciente, en extramuros, en las proximidades de Puertatierra. Precisamente el actual edificio del Columela está tan cerca del océano que lo imagino como un navío que, tomando rumbo hacia la ciudad de Cádiz, pretendiera ofrecer a sus habitantes su más preciada carga, la cultura. La ciudad de Cádiz y el Columela forman un binomio que se ha enriquecido mutuamente con el paso del tiempo, resultando difícil entender la una sin el otro. 

El Instituto de Cádiz ha sido motor y protagonista de la vida cultural gaditana como lo demuestra, entre la multitud de ejemplos que se podrían ofrecer, la conmemoración del 259 aniversario del fallecimiento de Miguel de Cervantes que se celebró el 23 de abril de 1875, cuando el Instituto de Cádiz estaba radicado en el convento de San Agustín. Para recordar el acontecimiento se editó un libro con un extenso título, Fiesta literaria verificada en el Instituto de Cádiz para conmemorar la muerte del príncipe de nuestros ingenios; un ejemplar lo tengo en mis manos, patrocinado por una sociedad cervantina cuyo presidente y vicepresidente fueron respectivamente Francisco Flores Arenas y Vicente Rubio y Díaz, siendo este último precisamente el primer director que tuvo el Columela. Según el citado libro, tuvo que realizarse una selección de las obras literarias presentadas, pues fueron muchas las que se recibieron para festejar la referida efeméride. En el acta de la reunión literaria se alude a las personalidades que participaron en el acto y a las obras literarias que aportaron. 

El Columela debe seguir su travesía, dando respuesta a las demandas educativas de los nuevos tiempos y satisfaciendo las expectativas que la sociedad gaditana vaya teniendo respecto al cometido que debe desempeñar la institución docente. 

Es significativo que se haya acuñado el calificativo columeliano para designar a toda persona que se enorgullece de pertenecer o haber pertenecido al centenario instituto. Estoy convencido que las actuales y futuras generaciones mantienen y mantendrán bien alto el nivel educativo que ha caracterizado desde su fundación al centro educativo. En fin, felicidades por tus fecundos 150 años, querido instituto.

viernes, 10 de enero de 2014

Es ciudad para viejos, por Fernando Santiago

CÁDIZ, la ciudad que chochea. A pesar de los intentos sobre si se había despoblado la ciudad y en qué dirección al final el tiro ha dado en la diana para reflejar la realidad que se aprecia en las calles y que establece el padrón de habitantes. Cádiz cada día es más vieja. 

El Ayuntamiento captó hace tiempo ese cambio sociológico y creó la Concejalía del Mayor, que no sé muy bien si la lleva Tey, Macías, Guerrero , Chaves, todos a la vez o ninguno de ellos. Al parecer, depende de un artefacto administrativo llamado Área de Familia, que no sabemos si incluye también una Concejalía del Cuñao, que llevaría, caso de existir, Pepe Blas, el concejal con más cara de cuñao de toda la corporación. 

Teófila entendió muy bien que Cádiz había dejado de ser una ciudad de comerciantes o de obreros para ser un balneario de la tercera edad. Lo que eran los viejos de toda la vida, o los abuelos si se quería ser afectuoso, pasaron a ser los mayores. Y el Ayuntamiento empezó a darles de merendar o de desayunar, que no recuerdo muy bien. O las dos cosas. Se montaba el show en medio de unos cafés y unos bollos para que el PP pudiera largar el consabido mitin. Ahí se fraguó la mayoría social del PP, mucho antes de que llegaran las pantallas LED, Cádiz Conecta, Onda Cádiz, los televisiores de los autobuses y toda la parafernalia del aparato de propaganda municipal, la concejalía general del movimiento o así. 

Al fin y al cabo, para qué querer tanta pantalla si con echarles de comer a los mayores ya era suficiente. Así que Cádiz se convertirá en una ciudad provecta en sí misma, por su propia edad y por la de sus habitantes. 

Las ortopedias serán la principal industria para proveer de sonotones, dentaduras postizas, muletas, bastones, andadores y sillas de ruedas a los vecinos. Uno de los principales productos de consumo serán los pañales de adultos y la principal fuente de ingresos las pensiones. Esto es Cádiz. De aquí al cielo, pero de verdad.

(Publicado en Diario de Cádiz)

jueves, 9 de enero de 2014

La ciudad menguante, por Lorenzo Benítez

Cádiz
Cádiz

En Cádiz no cabemos de lo densos que somos. En densidad de población estamos a la cabeza de España. Caminas por la ciudad y vas tropezando con la gente. Se lo tengo dicho a los amigos menores de 40 años que se han ido a vivir a otros municipios de la Bahía. Últimamente al extranjero. Es que no cabemos. Menos mal que os habéis marchado. Aquí estamos saturados, con tanto trabajo y viviendas a buen precio que lo petamos. Vivimos asfixiados…A la hora de comer los bares están llenos, los comercios rebosan y las barracas de chucherías multiplican la venta de gominolas. Los astilleros y el resto de las industrias están a tope y los pisos casi todos ocupados. Mejor quedaros fuera hasta nuevo aviso porque aquí somos densos y no hay sitio para tanta población activa. Todo está caro porque todo el mundo quiere venir a Cádiz.
Y porque la despoblación no existe. Respuesta de la alcaldesa, Teófila Martínez, a la caída en barrena de los habitantes desde 1996. Dice que no cabemos porque somos densos. Martínez no tiene problemas con la realidad. Le basta con negarla. Su obra, su Cádiz sonriente, es una ciudad que mengua. Se resiste a aceptarlo por sus propias arrugas y el tiempo que lleva con el bastón de mando. Quizá su senectud le reste facultades para hacer la resta. Una ciudad que pierde tantos habitantes está condenada a la ruina. Económica y arqueológica. A sucumbir dentro de su propio ombligo, vestida de Carnaval y con una ninfa bicentenaria que añore eternamente la belleza que irradiaba cuando era la cuna del mundo.
Son datos del Instituto Nacional de Estadística (INE), pero el INE se equivoca. El Teofilato -se hace saber- decreta que la despoblación no existe, que el INE no es fiable y todo es una mentira fruto del contubernio contra ella que se fermenta en el peligroso tejido sociopolítico de una capital tan densamente poblada. Desde principios de los noventa hasta 2012 la ciudad ha perdido 34.000 personas. Gracias a su soberbia Teófila Martínez es incapaz de reconocer ni siquiera hechos palmarios como la reducción de 156.000 a cerca de 123.000 habitantes.
La alcaldesa se aferra a unas viviendas sociales no contabilizadas por el INE y a la densidad de población. En eso tiene razón. Muchos gaditanos viven realmente apretados. Sin contar la extensión del parque natural de la Bahía, insiste, porque entonces la densidad de flamencos nos pondría por las nubes. La alcaldesa se escuda en la insularidad y la falta de término municipal. La alcaldesa nos insulta y denigra cuando dice que NO EXISTE un hecho tan evidente. El INE señala 34.000 habitantes fantasmas. Quienes vivimos aquí sabemos que la ciudad es otra. Enveceje y se muere. Que no se diga que no lo advertimos. De ejemplo otro botón, la calle José del Toro, en pleno centro comercial de la ciudad, con media docena de locales en venta o alquiler en apenas 100 metros.
A tenor del censo intermedio que realiza el INE cada diez años, y a pesar del Teofilato, más del 45% de la juventud -menores de 25 años- se ha perdido entre esas fechas, según resaltó Diario de Cádiz a principios de año. Se han duplicado los mayores de 85 años. Cádiz se consolida como ciudad balneario para el retiro de los que tengan algún dinero. Tumba de parados y de jóvenes con inquietudes. Tan sencillas como trabajar y tener una casa de alquiler, de las miles que están vacías en la capital. Pero la despoblación no existe. No cabemos. Es que somos densos.

Viva la ciudad menguante, la ciudad que funciona, manque pierda.