LA PLAZA DE CASTELAR
Así se denominó en un tiempo a la Plazuela de la Candelaria en homenaje a uno de los políticos más notables de la España contemporánea, Emilio Castelar a quien se atribuye como lugar de nacimiento la casa número 1 de esta plaza que se diseña y engalana como consecuencia del derribo del convento que ocupaba el lugar, según orden dictada en marzo de 1873 por el Consistorio que presidía Fermín Salvochea. Es una plaza primorosa con pérgolas ornadas por buganvilias, palmas, dragos, acacias, fuentes, estatuas, bancos, perros y chiquillos. Su aire romántico está poblado por ecos del pensamiento republicano español, desde el recuerdo de aquel ayuntamiento cantonalista que la hizo posible, y la presencia del prócer del republicanismo liberal ya no en el nomenclátor pero sí en el bello vaciado de bronce, obra del escultor Eduardo Barrón en 1901. Hasta una placa fundida por el Ayuntamiento de la Segunda República que conmemoraba en 1932 el centenario del nacimiento del político, pieza salvada del exterminio de emblemas de esa etapa de nuestra historia. Dicen que Emilio Castelar ya nació en el buque que transportaba a su familia desde Gibraltar, donde su padre se había refugiado tras ser condenado a muerte acusado de afrancesado por El Narizotas, tal vez el peor rey de nuestra historia. Emilio Castelar, conocido líder de la causa republicana, condenado por sus ideas a garrote vil en 1866; tras huir a Francia participa en la revolución de 1868 iniciada en Cádiz, y alcanza la Presidencia de la Primera República en 1873.
Es una de esas operaciones progresistas que durante el XIX van a hacer amable una ciudad hasta entonces abigarrada, encerrada por espesas murallas y taponada por las altas tapias de sus oscuros conventos. Como en Plaza Mina, la demolición del espacio conventual permite la reforma de las edificaciones. Nada más revelador de esa luminosidad recuperada que la casa con fachada de vidrio en el número 6, levantada como restaurante. Destacan también dos bellos caserones decimonónicos en el borde que se prolonga hacía Sacramento donde aún se conserva un rótulo de loza con el antiguo nombre: Calle de Bilbao. En una de ellas, la Gloria; en la otra Café Royalty, dos establecimientos con encanto.
JULIO MALO DE MOLINA.
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