jueves, 9 de enero de 2014

La ciudad menguante, por Lorenzo Benítez

Cádiz
Cádiz

En Cádiz no cabemos de lo densos que somos. En densidad de población estamos a la cabeza de España. Caminas por la ciudad y vas tropezando con la gente. Se lo tengo dicho a los amigos menores de 40 años que se han ido a vivir a otros municipios de la Bahía. Últimamente al extranjero. Es que no cabemos. Menos mal que os habéis marchado. Aquí estamos saturados, con tanto trabajo y viviendas a buen precio que lo petamos. Vivimos asfixiados…A la hora de comer los bares están llenos, los comercios rebosan y las barracas de chucherías multiplican la venta de gominolas. Los astilleros y el resto de las industrias están a tope y los pisos casi todos ocupados. Mejor quedaros fuera hasta nuevo aviso porque aquí somos densos y no hay sitio para tanta población activa. Todo está caro porque todo el mundo quiere venir a Cádiz.
Y porque la despoblación no existe. Respuesta de la alcaldesa, Teófila Martínez, a la caída en barrena de los habitantes desde 1996. Dice que no cabemos porque somos densos. Martínez no tiene problemas con la realidad. Le basta con negarla. Su obra, su Cádiz sonriente, es una ciudad que mengua. Se resiste a aceptarlo por sus propias arrugas y el tiempo que lleva con el bastón de mando. Quizá su senectud le reste facultades para hacer la resta. Una ciudad que pierde tantos habitantes está condenada a la ruina. Económica y arqueológica. A sucumbir dentro de su propio ombligo, vestida de Carnaval y con una ninfa bicentenaria que añore eternamente la belleza que irradiaba cuando era la cuna del mundo.
Son datos del Instituto Nacional de Estadística (INE), pero el INE se equivoca. El Teofilato -se hace saber- decreta que la despoblación no existe, que el INE no es fiable y todo es una mentira fruto del contubernio contra ella que se fermenta en el peligroso tejido sociopolítico de una capital tan densamente poblada. Desde principios de los noventa hasta 2012 la ciudad ha perdido 34.000 personas. Gracias a su soberbia Teófila Martínez es incapaz de reconocer ni siquiera hechos palmarios como la reducción de 156.000 a cerca de 123.000 habitantes.
La alcaldesa se aferra a unas viviendas sociales no contabilizadas por el INE y a la densidad de población. En eso tiene razón. Muchos gaditanos viven realmente apretados. Sin contar la extensión del parque natural de la Bahía, insiste, porque entonces la densidad de flamencos nos pondría por las nubes. La alcaldesa se escuda en la insularidad y la falta de término municipal. La alcaldesa nos insulta y denigra cuando dice que NO EXISTE un hecho tan evidente. El INE señala 34.000 habitantes fantasmas. Quienes vivimos aquí sabemos que la ciudad es otra. Enveceje y se muere. Que no se diga que no lo advertimos. De ejemplo otro botón, la calle José del Toro, en pleno centro comercial de la ciudad, con media docena de locales en venta o alquiler en apenas 100 metros.
A tenor del censo intermedio que realiza el INE cada diez años, y a pesar del Teofilato, más del 45% de la juventud -menores de 25 años- se ha perdido entre esas fechas, según resaltó Diario de Cádiz a principios de año. Se han duplicado los mayores de 85 años. Cádiz se consolida como ciudad balneario para el retiro de los que tengan algún dinero. Tumba de parados y de jóvenes con inquietudes. Tan sencillas como trabajar y tener una casa de alquiler, de las miles que están vacías en la capital. Pero la despoblación no existe. No cabemos. Es que somos densos.

Viva la ciudad menguante, la ciudad que funciona, manque pierda.

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