La preocupación por la clase política, que lleva ya quince meses en el tercer lugar de las principales preocupaciones de los ciudadanos según el barómetro del CIS, ha escalado nuevamente posiciones y se situó a primeros de mayo al mismo nivel que alcanzó en 1995, al final de la última legislatura de Felipe González y cuando más dura era la oposición de Aznar. Entonces como ahora, los políticos eran citados como un problema por el 21,5% de los encuestados. Además, el gobierno y los partidos, con un 5,4% de menciones, son el séptimo problema del país según la percepción popular, y la corrupción, con el 5% el octavo. En definitiva, no es difícil de ver que existe en el seno de la sociedad una crítica cada vez más airada hacia conductas de la clase política poco magnánimas o carentes de ética. Lo que explica a las claras la razón de que se haya producido un movimiento contestatario de la envergadura del 15M, que, curiosamente y al contrario del mayo francés, no aspira esta vez a derribar el sistema sino a regenerarlo. La lección es tan evidente que se entiende mal la dificultad de la clase política para interiorizarla.
Publicado en La Voz de Cádiz
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