sábado, 4 de junio de 2011

Un primer análisis del 22M , por Imano Zubero Beaskoetxea, senador socialista

[1] Por su propia naturaleza unas elecciones locales son las menos adecuadas para pretender hacer análisis de carácter general. Porque los resultados, aún cuando puedan presentar algunas pautas de carácter general, no dejan de tener una fuerte componente local, debiendo explicarse también en parte por características específicamente locales. Esta naturaleza de las elecciones del 22-M las convierte en especialmente tentadoras para que cada cual encuentre en sus resultados datos que confirmen sus posiciones de partida. Un ejemplo de esto es la reflexión de la Ejecutiva del PSOE recogida por Público (24 mayo, p. 3):
La derrota fue reconocida por todos como inapelable, pero para la mayoría de la Ejecutiva es “un espejismo” pensar que el electorado ha castigado al PSOE “por no hacer política e izquierdas, pensando que hay otra posible”. Como prueba en contra se puso sobre la mesa el retroceso de Tomás Gómez, que hizo un discurso más a la izquierda que el de Zapatero, con propuestas como crear un impuesto específico para los bancos.

Como es lógico, Tomás Gómez se ha defendido diciendo que si en Madrid el PSOE ha perdido un 7,5% de votos, en España la pérdida se eleva al 10%, o que la lista a la Asamblea de la Comunidad encabezada por Gómez ha obtenido en la capital 11.524 votos más que la candidatura municipal encabezada por Lissavetzky, así que no debe ser de quienes peor lo han hecho [D. Borasteros, "El líder se blinda", El País, 24 mayo, edición Madrid, p. 2].

[2] La idea, expresada por José Blanco, de que la derrota no puede explicarse por un giro a la derecha de la política económica del Gobierno sino por un giro “hacia el centro derecha” de la sociedad española (Público, 24 mayo, p. 3) resulta estratégicamente peligrosa. En primer lugar, a la luz de la sociología política no parece ser cierta. Según se plantea en una muy reciente investigación, España es uno de los países europeos donde más ciudadanos se consideran de izquierdas, y casi la mitad de los españoles de izquierdas se autodefinen como socialistas [G. Cordero e I. Martín, Quiénes son y cómo votan los españoles de izquierdas, Fundación Alternativas/Los libros de la catarata, Madrid 2011]. Pero lo más preocupante de todo es que la opinión expresada por Blanco implica encastillarse en la autocomplacencia de quien considera que, a pesar de todo, sus decisiones han sido las correctas o, lo que es lo mismo, las únicas posibles.

Pero, ¿es que acaso no se ha producido ese giro a la derecha del electorado? Partiremos de un análisis de Pere Rusiñol en Público (24 mayo, p. 12) que me parece muy clarificador:
El corrimiento de tierras hacia la derecha del 22-M ha sido general y sin apenas excepciones. No es sólo el PSOE el que se desploma, sino que la izquierda en su conjunto –sumando IU, nacionalistas progresistas o ensayos de nueva izquierda- retrocede en todos lados y nadie recoge de forma significativa las caídas socialistas. Y simultáneamente, la suma del centro derecha avanza más de lo que sube el PP, porque el nacionalismo y el regionalismo conservador aguantan CiU y el PNV incluso suben levemente, y nuevas fuerzas en este campo irrumpen con fuerza, ya sea a nivel regional desde el FAC de Francisco Álvarez Cascos en Asturias a la xenófoba Plataforma en Catalunya o nacional, si se incluye a Unión Progreso y Democracia (UPyD).En 2007, el conjunto de las izquierdas con acceso a las instituciones superaba a las derechas por al menos dos puntos (45,2% frente al 43,1%), pese a que el PP superó al PSOE en siete décimas. Ahora, en cambio, el espacio conservador ha ganado con gran claridad en el conjunto de España, por ocho puntos de diferencia (47,7% frente al 39,7%), a pesar de que el crecimiento del PP no llega a los dos puntos. Ello indica que el problema de la izquierda va más allá del PSOE, que se deja en el camino siete puntos tras su giro a la derecha en política económica: ningún otro partido progresista parece haber recogido a sus descontentos de forma significativa.
Lo que se ha producido en estas elecciones no es un arrasador tsunami del PP, sino un abrumador derrumbe del PSOE. El PSOE ha obtenido en estas elecciones un total de 6.276.087 votos; un raquítico 27,79% del total de votos emitidos, el más bajo de toda la historia de las elecciones municipales en España, 7 puntos por debajo del porcentaje obtenido en 2007 (34,92%). En 2007, los votos recibidos por el PSOE fueron 7.760.865. Esto quiere decir que hemos perdido 1.484.778 votantes.
El PP ha obtenido en estas elecciones un total de 8.474.031 votos, 557.956 más que en 2007; el 37,53% de los votos emitidos, sólo un punto por encima del porcentaje obtenido en 2007 (35,62%). El 67% de esos votos de más se han obtenido en Andalucía (375.477). Algo tendrá que ver en esto el caso de los EREs. Andalucía ha marcado la gran diferencia y no Castilla-La Mancha (18,75% más de votos que en 2007), por debajo de Catalunya (28,37%; también en este caso habría mucha tela local que cortar) o Canarias (32,55%).

[3] Un fenómeno que me parece de mucho interés y al que no se está prestando la atención que merece. En la Comunidad de Madrid, la derrota del PSM ha venido acompañada del éxito en una docena de municipios de partidos independientes, de orientación básicamente progresista:
Ante la retirada de los socialistas del panorama político, son los partidos independientes, de ideologías predominantemente progresistas, y que por tanto hacen mayor hincapié en la participación ciudadana, los encargados de llenar este vacío. Los partidos huyen de la profesionalización de la política. Y el buque insignia de este tipo de formaciones políticas en la Comunidad de Madrid podría ser Vecinos por Torrelodones (VT), que con nueve concejales podría hacer peligrar el Gobierno del PP. Este partido, que cuenta con el apoyo de José Luis Cano, uno de los dos integrantes de Gomaespuma, que se presentó en último lugar de las listas, está en disposición de acceder al bastón de mando municipal. Para ello tendría que pactar con el PSOE, con un concejal (casi testimonial) y con la coalición de izquierda Actúa. Los principales atractivos de este partido, que con 4.076 votos se ha convertido en la quinta formación política de la Comunidad de Madrid, son, tal y como explica en su página web: "No somos un grupo de profesionales de la política buscando un hueco en el que ubicarnos en el espectro electoral". Manuel Villoria, catedrático de la Universidad Rey Juan Carlos, tiene claro que la lejanía de la política es uno de los principales reclamos de los independientes: "La gente busca una alternativa al PP que no encuentra en el PSOE". Y esta alternativa es en Torrelodones la formación Vecino; en Boadilla del Monte, APB del letrado Ángel Galindo que denunció el caso Gürtel junto al exedil del PP de Majadahonda José Luis Peñas; Soy Vecino (SVO) en El Boalo; el CDL en Campo Real; el CiD en Griñón; Unión Demócrata Madrileña (UDMA) en Serranillos del Valle, y el Partido por el Progreso de Villaviciosa de Odón (PPVO) [T. Calleja, "Las 13 victorias de David contra Goliat", El País, 24 mayo, edición Madrid, p. 6].
Si esta interpretación es correcta, la tesis del giro a la derecha del electorado sufre una vía de agua más.

[4] En la misma línea, tampoco se está atendiendo al fenómeno del voto blanco y nulo. El 22M se registraron 584.012 votos blancos (el 2,54% del total de votos emitidos) y 389.506 votos nulos (1,7%). En conjunto, un 4,24% de votos, frente a menos del 2% en las generales de 2008. Evidentemente, no hay manera plenamente fiable de adjudicar un significado preciso a esos votos, pero dado el contexto en el que se han desarrollado estas elecciones creo que es muy razonable su consideración como “voto del inconformismo” [N. Junquera, "Recórd del voto del inconformismo", El País, 24 mayo, p. 19]. Puede sostenerse que este incremento en el voto blanco y nulo tiene que ver con las protestas del movimiento 15M. En esta página pueden comprobarse algunas de las maneras en las que la indignación se ha reflejado en los votos nulos. Son, sin duda, votos con mensaje político evidente.

[5] El movimiento 15M merece un análisis más pormenorizado. He planteado algunas reflexiones al respecto en varias entradas de este blog. A ellas me remito por ahora, a la espera de poder hacer ese análisis más profundo.

[6] Surge en este momento el debate sobre la “comunicación”. Se insiste en la idea de que “no se ha sabido comunicar bien”. En una entrevista tras las elecciones (Público, 25 mayo, p. 7) George Lakoff responde así a la pregunta de la periodista sobre “¿Cómo comunicar mejor?”: Hay muchas cosas que pueden hacer. Deberían estar apoyando las rebeliones de los jóvenes, deberían estar junto a los que están en las plazas públicas, porque aunque estén en el gobierno, seguramente podrían tener políticas iguales si pudiesen. Y esta es la cuestión: ¿pueden hacerlo?
Se trata de una formulación oscura, es cierto, no sé si por un problema de traducción o por las exigencias de resumir la conversación a los límites de una breve entrevista periodística. Pero me parece muy destacable la relación que Lakoff establece entre la comunicación y las movilizaciones en torno a 15M y DRY.

Comunicar no es simplemente “propagar”, como sentencia un consultor de comunicación en un artículo que, me temo, habrá sido excelentemente recibido entre quienes utilizan como mantra la idea de que estamos donde siempre hemos estado y hemos hecho lo único que cabía hacer [A. Núñez, "Arrojarse al agua porque otro lo hace", El País, 23 mayo, p. 47]. Comunicar es, fundamentalmente, conectar. Conectar, aunque no se llegue a convencer. Y conectar, especialmente, con tu electorado esencial, no con el electorado indiferenciado.
En su “examen a Zapatero”, balance de la anterior legislatura socialista, Philip Pettit concluía así: Resulta crucial que el pueblo se halle activamente comprometido con el gobierno, por ejemplo, a través de los movimientos sociales que monitorean y ponen en cuestión la acción del gobierno. La república cívica no es una máquina que se autoperpetua en el tiempo y que trabaja con una lógica impersonal. Es una entidad viviente cuya salud y prosperidad dependen de la interacción sostenida de una ciudadanía concienciada [P. Pettit, Examen a Zapatero, Temas de Hoy, Madrid 2008, p.186].
Nada de esto se ha cuidado en esta legislatura. No ha habido interacción con la ciudadanía concienciada: ni desde el Gobierno ni, lo que es todavía más grave, desde el partido. Enseguida volveré sobre esta cuestión, que me parece la más importante.

[7] Según Rodríguez Zapatero, hacer ahora un cambio de política económica sería tanto como “hacernos una enmienda a la totalidad” (Público, 24 mayo, p. 3). Esta afirmación nos confronta con el problema fundamental de la acción de este Gobierno, especialmente en política económica, aunque no sólo: la ausencia de una cultura de ingeniería social fragmentaria, como diría Karl Popper. Cuando la política se plantea no desde esta perspectiva prudencial sino desde la del ingeniero social holístico,
hay todas las probabilidades de que no se tolerará una libre discusión del plan holístico y sus consecuencias. La razón es que todo intento de planificación en gran escala es una empresa que tiene que causar, dicho de forma suave, considerables molestias a mucha gente y por un espacio de tiempo considerable. Por tanto, siempre habrá una tendencia a oponerse al plan y a quejarse de él. A muchas de estas quejas tendrá el ingeniero utópico que hacer oídos sordos, si quiere llegar a alguna parte; de hecho, será parte de su trabajo el suprimir las objeciones no razonables. Pero con éstas suprimirá también invariablemente la crítica razonable. Y el mero hecho de que la expresión de la insatisfacción tiene que ser contenida, reduce a la insignificancia incluso las más entusiásticas expresiones de satisfacción. Así, será difícil de aclarar los hechos es decir, las repercusiones del plan sobre el ciudadano individual, y sin el conocimiento de estos hechos la crítica científica es imposible [K. Popper, La miseria del historicismo, Alianza, Madrid 1973, p. 103].

El Gobierno se ha empleado a fondo para causar molestias a mucha gente, al mismo tiempo. Antes y después de la crisis: ley Sinde, reforma de la LOEX, regulación antitabaco, reforma del mercado de trabajo, modificación de la legislación sobre fotovoltaicas, conversión de las cajas en bancos… Demasiados frentes como para poder evaluar los impactos de las distintas medidas y, en su caso, corregir sus orientaciones. Demasiados barcos quemados para evitar la tentación de volver atrás. Así que, claro, cualquier modificación es vista como una enmienda a la totalidad.

[8] Pero la pérdida de contacto e interacción con la realidad a la que nos hemos referido tiene menos que ver con la acción del Gobierno que con la inacción del partido. Como vino a decir Marx, la humanidad es capaz de afrontar la solución de sus problemas, pero en circunstancias que no puede elegir. Esto resulta especialmente cierto en el caso de los gobiernos en estos tiempos de incertidumbre. Y ha sido un hecho evidente con la crisis inesperada y brutal que el Gobierno de Rodríguez Zapatero se ha visto obligado a gestionar. No entraré en esta cuestión, en si se ha gestionado mejor o peor. No quiero dar a la crisis más importancia como factor explicativo de los resultados electorales de la que tiene; que es mucha, sin duda, pero que nadie es capaz de objetivar.

Así que vamos a cuestiones más objetivables, entre las que se destaca la acción del partido socialista. ¿Cuál ha sido el papel que ha jugado el PSOE a lo largo de los últimos años? No quiero ser injusto, y estoy seguro de que lo que voy a decir ahora no puede aplicarse a las estructuras más locales del partido (agrupaciones locales, grupos municipales), pero sí a las estructuras nacionales y regionales: simplemente, el partido ha desaparecido como institución con identidad, misión y actividad propias. Una de las enfermedades más graves de todas las que aquejan al socialismo español es que la alargada y espesa sombra del Gobierno, de su acción y de su lógica, ha acabado por cubrirlo todo. Todo el partido se ha visto sometido a la particular lógica gubernamental, que no es, no puede ser y no debe ser la lógica específicamente político-ideológica. De esta manera, una pésima interpretación de la tarea de ser soporte del Gobierno socialista ha convertido al partido, pero también a los grupos parlamentarios socialistas en las distintas cámaras de representación, en mera longa mano del Gobierno, en simple prolongación de este.

Un ejemplo: lo que ocurrió con ocasión de los conflictos en El Aaiún a finales del año pasado. Yo puedo comprender que el Gobierno se vea obligado a un ejercicio de prudencia y equilibrio como consecuencia de sus responsabilidades internacionales, o para no poner en riesgo determinados acuerdos comerciales con Marruecos. Pero la imposición de esa misma norma de actuación al conjunto del partido socialista impide que aflore cualquier otra voz matizada, más cercana al lenguaje de la solidaridad, los derechos humanos o los principios ideológicos, imprescindible para que el socialismo español no pierda perfil político progresista. Como así ha ocurrido en este caso y en muchos otros.

El PSOE no sólo ha perdido las elecciones, también ha perdido la calle. No sólo ha perdido poder territorial, ha perdido poder simbólico. Y lo segundo es mucho más importante que lo primero, porque es mucho más complicado de revertir. El PSOE debe repudiar el leninismo prosaico que se ha infiltrado en sus estructuras de decisión (centrado en el poder, en su logro y su control) para abrazar con convicción la perspectiva gramsciana, poniendo en primer lugar entre sus prioridades la generación de discursos y narrativas progresistas que conecten con demandas, necesidades y expectativas muy presentes en la sociedad española.

¡No pienses en una gaviota!, hay que gritar, recordando el conocido ensayo de G. Lakoff (No pienses en un elefante, Editorial Complutense, Madrid 2007). Si no somos capaces de volver a generar un discurso público orientado a configurar un marco progresista volveremos a gobernar, cuando sea, ojala que en las próximas elecciones, pero gobernaremos, cada vez más, con una agenda que no es la nuestra. Comparto, en este sentido, el planteamiento expresado por Jordi Sevilla:
El propio presidente Zapatero ha reconocido haber cometido dos errores: tardar en reconocer la crisis y no estar preparado para una legislatura protagonizada por una recesión tan profunda. Yo añadiría alguno más: haber olvidado que la política democrática, a diferencia de la aristocrática, tiene que ser algo útil y participativo, es decir, algo que debe resolver problemas de los ciudadanos y con los ciudadanos. Si la acción política partidista no está dirigida a resolver problemas sociales, acaba siendo percibida como algo ajeno, que sólo interesa a los miembros de una casta endogámica [J. Sevilla, "En horas difíciles", El País, 24 mayo, p. 35].

En su intervención ante el Comité Federal del pasado sábado Rodríguez Zapatero ha señalado que el PSOE afronta dos tareas, una de presente y otra, la más importante, de futuro: el Gobierno va a hacer la tarea del presente, y el partido tiene que hacer la del futuro. Perfecto: pero ello no es posible si el partido recupera músculo político e ideológico.

Yo propongo un primer paso en esa dirección: identificar en todas las estructuras orgánicas del partido aquellas responsabilidades que más claramente tienen que ver con la relación con la sociedad (se me ocurren secretarías como las de comunicación, movimientos sociales, cultura, estudios) y sacarlas de las luchas internas de poder, de manera que quienes las ocupen sean personas que llegan a ellas por su capacidad y mérito probados, y no como consecuencia de la hidráulica de los juegos de equilibrio entre dirigentes territoriales.

[9] ¿Y de Euskadi qué? En Euskadi el PSE ha perdido el 42,57% en los votos obtenidos en 2007, lo que nos convierte en la comunidad autónoma donde los socialistas sufrimos una pérdida mayor en términos porcentuales. Sin duda, el factor Gobierno de Rodríguez Zapatero (su gestión general, pero también su necesidad de apoyarse en el PNV, lo que les ha permitido presentarse como los conseguidores de transferencias al margen y por encima del Gobierno vasco) y el factor Bildu son elementos muy influyentes. Lo que ocurre es que no es sencillo influir, a su vez, sobre ellos.
Por eso, desde una perspectiva operativa considero que a nuestro caso se puede aplicar todo lo dicho anteriormente sobre los problemas del PSOE. El PSE debe recuperar pulso como organización política activa y socialmente influyente. Esto resulta especialmente urgente, ya que el PSE es la fuerza cuyo perfil se presenta más desdibujado en el nuevo escenario político vasco. El PP tiene claro su perfil, lo mismo que el PNV (otra cosa es la dinámica de competencia por la hegemonía en el campo electoral nacionalista que se abre con la irrupción de Bildu y las complicaciones que ello suponga a los jeltzales). ¿Pero cuál es nuestro perfil?
Por otro lado, el PSE cuenta con una buena práctica de la que aprender: la apertura a los más diversos colectivos sociales que caracterizó la preparación de las elecciones autonómicas de 2009. ¿Por qué se ha abandonado esa práctica?

[10] Termino con una reflexión de Antonio García Santesmases (“La emergencia de una nueva izquierda”, El Mundo, 25 mayo, p. 23). El autor encuentra paralelismos con lo ocurrido en Alemania entre 1982 y 1998, período en el cual el crecimiento de la izquierda alternativa coincidió con (y en alguna medida la explica) la hegemonía de la conservadora CDU y la debilidad del SPD. Y escribe:

Frente al bloque de poder a la izquierda le espera un largo peregrinar. Al igual que lo ocurrido en la Alemania de los años 80, a mayor crecimiento de la izquierda alternativa, mayor hegemonía de la CDU. En Alemania la cosa duró desde el 82 al 98. Fueron muchos años, bien es cierto, que fueron años conformados por la caída del muro de Berlín. ¿Qué ocurrirá aquí? En España, después del 22 de mayo se dibujan dos mundos y dos universos. Una fuerte cultura de derechas liberal, conservadora, católica, que tiene grandes diferencias en su concepción de la nación pero que tiene grandes coincidencias en las medidas empresariales, fiscales y laborales que hay que desarrollar. Frente a ese bloque hegemónico una socialdemocracia que sabe que, a partir de ahora, el voto útil no funciona para la nueva generación, que sabe que los afectos y los agravios se han agrandado porque unos piensan que estos manifestantes no se dan cuenta, no comprenden que no se puede hacer otra cosa, que bastante se ha logrado evitando lo peor. Pero los otros precisamente de lo que están hartos es del mal menor y consideran que ha llegado la hora de decir basta.Willy Brandt lo veía con claridad. Unos optaban por congelar la situación y otros osaban más democracia. La socialdemocracia se quedó en medio y allí siguió durante muchos años. Unos querían soñar el futuro y otros gestionaban el presente. La socialdemocracia estaba en medio, quería aunar las dos cosas pero no supo, no pudo, había perdido las habilidades y la cosa duró una generación. Esperemos que aquí no ocurra lo mismo.

Copiado de  
http://www.psoe.es//ambito/cristianos/news/index.do?action=View&id=576483

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