lunes, 23 de agosto de 2010

La metamorfosis de Zapatero, de Aurora Pavón en República de las ideas


Algo misterioso está pasando en el palacio de la Moncloa donde la diva Sonsoles ha prohibido el aire acondicionado para no dañar sus delicadas cuerdas vocales y tiene al personal metido en una sauna bajo el sofocante sol de Madrid mientras el presidente Zapatero deambula por las noches como un fantasma porque no puede –no debería- conciliar el sueño desde que el pasado nueve de mayo descubrió que no era Alicia y España tampoco era en el país de las maravillas sino una nación al borde de la quiebra que se mecía como un cascarón de nuez en medio de la tormenta perfecta de la crisis que había negado hasta tres veces, como Pedro a Jesús antes de que cantara el gallo.

El presidente está tocado porque su encuentro con la realidad lo ha dejado sumido en una profunda depresión política y personal y ha pasado de ser el héroe de Rodiezmo, a donde este año no le dejan acudir, a convertirse en una especie de director general de riesgos de don Emilio Botín, cargo que compagina con otros de ayuda de cámara de la conservadora Ángela Merkel y de somelier del palacio del Elíseo para servirle el vino de Borgoña al pequeño Sarkozy, mientras su ídolo de ébano, Barak Obama, le mira desde el pedestal y le susurra con insistencia: rectificar, rectificar y rectificar.

Lejos queda aquel pasaje de la Biblia que Zapatero nos leyó en el desayuno de oración presentándose ante el lobby de los ricos de Washington como el paladín de los pobres y desamparados a los que finalmente traicionó, al pasar de la respuesta social a la crisis al ajuste fino del gasto, las pensiones, los funcionarios, la reforma laboral y de la obra pública, lo que le impide a don Pepiño, el Chuti del otrora el Tenorio del talente y de la política, rellenar el bolsillo de los magnates de la construcción que le llaman sin pudor “estadista” a este medio analfabeto, de extrañas costumbres privadas, que se sienta en el ministerio de Fomento y que pretende ser el sucesor de Zapatero en el PSOE.

El presidente está enfermo y no sería de extrañar que en tratamiento psiquiátrico para intentar adaptar su metamorfosis de ángel a demonio. Por eso deambula con un candil y una larga saya negra –que habrá sacado del ropero gótico de sus hijas- por el desván de la Moncloa mientras dice, como el angustiado Gregorio Samsa de Kafka y dándose golpes de pecho: “soy una cucaracha, soy una enorme cucaracha”. Para sacarlo de semejante obsesión el psiquiatra de la Moncloa le ha recomendado visitar Atapuerca para ver los orígenes del hombre y convencerse de que no es un insecto por más que en el viejo espejo del desván se vea negro y arrastrado, perdido e incapaz de ejercer su función presidencial. Y por eso Zapatero se nos apareció inopinadamente en Valladolid con la curiosidad de ver los restos de la primitiva civilización.

Luego le han aconsejado un largo viaje, a la China y al Japón, para descansar y alejarse de la tormentosa vida nacional a ver si camino del Oriente lejano se acaba orientando él y consigue la paz interior y algo de cordura con la que afrontar el otoño caliente que se acerca y del que difícilmente podrá escapar. En realidad si todavía no ha hecho la crisis del gobierno es porque no tiene fuerzas ni la cabeza en su lugar. Además el que Tomás Gómez le dijera que no a su pretensión de cederle a Trinidad Jiménez el cartel electoral de la Comunidad de Madrid lo ha hundido más si cabe en su depresión: “soy una cucaracha, ya no tengo autoridad, me crecen los enanos”, musitaba esa misma noche en el desván que comparte con un caballo mecedora de cartón donde a veces se sube y se mece para cabalgar sobre sus recuerdos, por aquellos bonitos campos en flor con una armadura de plata como si fuera Sir Lancelot del Lago en busca de un soberbio dragón blandiendo en el aire los reflejos de Excalibur.

Él que iba a acabar con ETA de un plumazo, rediseñar la España confederal y darle la vuelta a la tortilla de la Guerra Civil española con un nuevo parte de fin de la guerra, el que anunció el pleno empleo y nos prometió la paz mundial en torno a la Alianza de Civilizaciones, el que se veía galardonado con el premio Carlomagno por causa de su “planetaria” presidencia de la Unión Europea ahora se encuentra vestido de cucaracha y contando como una penado en capilla las horas que le quedan para el comienzo de la huelga general.

Pero todavía hay algo que le preocupa más que los retos políticos del otoño, e incluso que la traición a la izquierda y su conversión al capitalismo puro y duro de cuyas redes ya no se puede escapar, “soy una cucaracha a la merced de una gigantesca araña”, musita. Pero lo que más le preocupa a Zapatero es conocer cómo será su muerte política, y si semejante trance será muy doloroso. “¿Llegaré a las elecciones de 2012, me harán un “impechtment” en mi propio partido, tendré que dimitir por el bien de España y del PSOE?”, dice en voz alta mientras se mece su en alazán de cartón. El psiquiatra ya no tiene palabras para el consuelo y le recuerda que en las encuestas sigue estando por debajo Rajoy, y Zapatero responde “sí, eso es verdad, pero yo soy una cucaracha y no lo puedo evitar”.

En la planta baja se oye a la diva Sonsoles ensayando el réquiem de Mozart mientras una ráfaga de aire ha apagado el candil y el presidente se ha quedado a oscuras con su soledad convencido de que no tiene escapatoria. Busca a tientas el caballo mecedora al que llama Rocinante pero como no lo encuentra se echa al suelo y empieza a reptar. Ahora si camina como una cucaracha y da la impresión de que le empieza a gustar.

Publicado en
http://elcomentario.tv/reggio/la-metamorfosis-de-zapatero-de-aurora-pavon-en-republica-de-las-ideas/23/08/2010/

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