COROLARIO DE UNA DESIGNACIÓN.
La reciente proclamación de la aspirante socialista a la alcaldía de Cádiz ha sido larga y laboriosa, evidenciando un rosario de desaciertos e incongruencias.
Lo primero, las autoexclusiones. Desde un primer momento se ha trasladado a la opinión pública, por parte de destacados y cualificados miembros del PSOE, que de ninguna de las maneras estaban por la tarea de disputar la alcaldía al PP. Las razones aducidas han sido endebles e inconsistentes, sembrando la duda de que las renuncias se explican por los previsible malos resultados. Esto supone quebrar el discurso heroico-partidista que se repetía en la conocida frase:” estoy a disposición del partido”…..Ahora se constata que el compromiso con el proyecto político socialista se subordina al papel que a los actores se les asigna en la función, y así se produce un rechazo de aquellas plazas que requieren “sangre, sudor y….convicciones“.
La necesidad de un candidato se hacia patente como forma de sacar de las quinielas, de los comentarios y de las presiones de los órganos de dirección regionales y federales a los referente del partido que por una u otra razón se habían autoexcluído.
El descarte de los actores principales trajo consigo la búsqueda de un secundario que estuviese dispuesto a lidiar el morlaco. Esta circunstancia invitaba a la pedagogía política y a poner en practica un proceso de selección que permitiese presentar al candidato/a mejor situado/valorado. En esta etapa, se supone que los estudios demoscópico permiten ayudar y facilitar la designación, pero la falta de altura, las mezquindades y el juego de intereses terminaron inutilizando el proceso, desde el momento en que se preguntaba por nombres que habían expresado su renuncia y se excluía a otros que sí mostraban su disponibilidad.
La formula de selección mediante elecciones primarias, recogidas en los Estatutos, ha sido definitivamente enterrada, y lo que debería haber sido un ejercicio de calidad y madurez democrática, ha devenido en una muestra alarmante de que algunas propuestas se recogen en los reglamentos porque queda bonito, pero en realidad no se
confía en su utilidad. Sobre todo por parte de los órganos de dirección, que prefieren jugar con la ventaja que tienen de proponer el candidato a la asamblea para que la red clientelar tejida ratifique la designación.
No hay que ocultar que las primarias tienen inconvenientes, entre los que destacan la posibilidad de que afloren guerras internas y ajustes de cuentas. Pero en el caso de que no exista un candidato que suscite el acuerdo de forma muy mayoritaria, se deben poner en practica pues suponen un plus de legitimidad y permiten dar a conocer al aspirante a los futuros electores. Apuntan a otros modos de hacer política, en el que el mérito y la capacidad se imponga frente a las lealtades y fidelidades imperante, permitiendo vislumbrar a los candidatos con ideas, proyectos, capacidad de comunicación y liderazgo para hacer de la política un oficio respetado y respetable.
La reciente proclamación de la aspirante socialista a la alcaldía de Cádiz ha sido larga y laboriosa, evidenciando un rosario de desaciertos e incongruencias.
Lo primero, las autoexclusiones. Desde un primer momento se ha trasladado a la opinión pública, por parte de destacados y cualificados miembros del PSOE, que de ninguna de las maneras estaban por la tarea de disputar la alcaldía al PP. Las razones aducidas han sido endebles e inconsistentes, sembrando la duda de que las renuncias se explican por los previsible malos resultados. Esto supone quebrar el discurso heroico-partidista que se repetía en la conocida frase:” estoy a disposición del partido”…..Ahora se constata que el compromiso con el proyecto político socialista se subordina al papel que a los actores se les asigna en la función, y así se produce un rechazo de aquellas plazas que requieren “sangre, sudor y….convicciones“.
La necesidad de un candidato se hacia patente como forma de sacar de las quinielas, de los comentarios y de las presiones de los órganos de dirección regionales y federales a los referente del partido que por una u otra razón se habían autoexcluído.
El descarte de los actores principales trajo consigo la búsqueda de un secundario que estuviese dispuesto a lidiar el morlaco. Esta circunstancia invitaba a la pedagogía política y a poner en practica un proceso de selección que permitiese presentar al candidato/a mejor situado/valorado. En esta etapa, se supone que los estudios demoscópico permiten ayudar y facilitar la designación, pero la falta de altura, las mezquindades y el juego de intereses terminaron inutilizando el proceso, desde el momento en que se preguntaba por nombres que habían expresado su renuncia y se excluía a otros que sí mostraban su disponibilidad.
La formula de selección mediante elecciones primarias, recogidas en los Estatutos, ha sido definitivamente enterrada, y lo que debería haber sido un ejercicio de calidad y madurez democrática, ha devenido en una muestra alarmante de que algunas propuestas se recogen en los reglamentos porque queda bonito, pero en realidad no se
confía en su utilidad. Sobre todo por parte de los órganos de dirección, que prefieren jugar con la ventaja que tienen de proponer el candidato a la asamblea para que la red clientelar tejida ratifique la designación.
No hay que ocultar que las primarias tienen inconvenientes, entre los que destacan la posibilidad de que afloren guerras internas y ajustes de cuentas. Pero en el caso de que no exista un candidato que suscite el acuerdo de forma muy mayoritaria, se deben poner en practica pues suponen un plus de legitimidad y permiten dar a conocer al aspirante a los futuros electores. Apuntan a otros modos de hacer política, en el que el mérito y la capacidad se imponga frente a las lealtades y fidelidades imperante, permitiendo vislumbrar a los candidatos con ideas, proyectos, capacidad de comunicación y liderazgo para hacer de la política un oficio respetado y respetable.
No hay comentarios:
Publicar un comentario