Un dogma neoliberal por excelencia es que bajar impuestos siempre resulta beneficioso para la economía. Pero lo único indiscutible es que recaudar menos impuestos debilita el músculo financiero del Estado. En épocas de bonanza esa falta de ingresos se nota menos, dado que en la hucha pública entran tributos de carácter transitorio, como ocurrió en España durante los años del boom inmobiliario. Pero cuando llegan los malos tiempos se genera un enorme déficit público porque la capacidad recaudatoria del Estado se encuentra bajo mínimos. La derecha (o quienes ejecutan sus políticas) aprovecha entonces ese elevado déficit para defender recortes del gasto público y poner en la picota el Estado del bienestar.
En un reciente informe, la Comisión Europea califica como “infundadas” las políticas fiscales ejecutadas en España entre 1995 y 2007, que destacaron por la reducción de impuestos a los más ricos (bajada del tipo máximo del IRPF del 56 al 43%, eliminación del Impuesto de Patrimonio …). Es sabido que la Comisión Europea no es un nido de marxistas, así que su declaración debería tener especial valor. Lo único que sorprende es que realice ahora esta confesión, ya que habitualmente se dedica a alentar las políticas neoliberales clásicas.
Los impuestos no pueden ahogar a los empresarios y a los trabajadores, pero es imprescindible que el Estado recaude lo necesario para tener una hucha repleta, que le permita dedicar esos fondos a políticas sociales y redistributivas. Y, como es lógico, el dinero de esa hucha debe proceder básicamente de los bolsillos que más tienen.
No hay comentarios:
Publicar un comentario