lunes, 4 de octubre de 2010

Lo que las primarias ponen al descubierto

Primarias y esquizofrenia en el PSOE


Cuando en el Congreso y en el Senado el presidente del gobierno habla se ve, en los escaños que están justamente detrás del líder, a los portavoces y a los secretarios o secretarias del grupo.

En cualquier gesto o afirmación del presidente se observa como estos altos cargos del grupo socialista asienten y afirman. Ocurre lo mismo entre los suyos entre los suyos cuando el que habla es Rajoy. ¿Quiénes son? Carmela Silva y Ruth Porta, portavoz del grupo y secretaria general en el Senado. En el Congreso vemos al siempre hierático Jose Antonio Alonso, a Madina, secretario del grupo y la vicesecretaria Carmen Sánchez.

A las afirmaciones entre sí contradictorias, las de antes y las de ahora, del presidente, el coro reafirma, mira cínica o despreciativamente al contrario y a veces, también, jalea, aplaude o según las circunstancias patea.

Algunos de los comentaristas orgánicos venden ahora como un gesto democrático el que la Comisión Ejecutiva Federal con Zapatero a la cabeza no impusiese a Trinidad Gómez y no suspendiera de facto las primarias en Madrid. Quien dice esto, no sabe bien de lo que está hablando. Solo había una salida para dirimir esta cuestión; Primarias. De prohibirse en Madrid, creo que al presidente le hubiera gustado eso, se habría armado la marimorena.

El PSOE de Madrid no es el PSOE de Andalucía, Extremadura o Castilla y León al que sin más, se le pueda imponer los candidatos suprimiendo, por decreto, la voluntad de las bases. Eso ya no es posible allí. Es mas que probable que la única esperanza que le quede al socialista que cree en la democracia y en la izquierda genuina, la de siempre, sea Madrid. No se trata de que Tomás sea más de izquierda ¿qué izquierda? que Trini. No se trata de eso. Simplemente es que en Madrid, se ha obrado el milagro de la democracia directa, no el subterfugio o sucedáneo de democracia que hay en los estatutos según el cual, al afiliado en unas elecciones solo le queda ratificar lo que en la mesa camilla se decide, y si llegado el caso decidiera en sentido contrario siempre estarán las comisiones de listas, los comités y las ejecutivas que tiraran a la papelera el criterio de las bases.

Cuando el afiliado tiene la ocasión de ejercer secretamente el voto, cuando no tiene que significarse delante de los que manda, es cuando puede medirse exactamente la esquizofrenia que en el PSOE se vive.

De un lado, un Zapatero, un núcleo dirigente del PSOE que vigila e impone las políticas a los cuadros medios en los territorios. Una militancia de aluvión, acrítica, que vive la política en clave de fenómeno fan, exactamente igual que ese coro de chicos y chicas festejan y jalean al actor o al cantante de moda. En el otro lado, los que asisten con estupor hacia donde les ha conducido las políticas frívolas y los cambios de marcha en economía. Los que asisten, cansados, como en fechas previas a las elecciones a las agrupaciones acuden de la mano de un líder, personas desconocidas al que ya se le encarga el encabezar una lista elegida en gran parte por ese mirlo blanco recien llegado.

Tomás Gómez ha tenido la habilidad de reclamar el voto de estos afiliados. Se ha postulado como candidato del partido de siempre, del que trabaja a nivel de calle, el partido en el que el dirigente conoce por nombre y apellido al afiliado. Ha aprovechado el descontento del viejo militante, el que no precisa postularse para un cargo para seguir siendo socialista. El que expresa su disconformidad con el Nuevo Partido que Zapatero ha venido construyendo durante estos diez últimos años.

Es la esquizofrenia servida por una realidad tan antigua como la vida misma: La que se expresa en cualquier cuadro de los tiempos pasados o en cualquiera de los paisajes de España; Están los que viven en el castillo del alto, entre los gruesos muros y los que viven extramuros, en el llano, sujeto a diario a los embates que los adversarios propinan en el centro de trabajo, en la barra del bar, en el grupo de amigos.

Cansados de defender lo indefendible aprovechan una manifestación contra la reforma laboral, una huelga contra la misma ley o unas primarias para dar rienda suelta a lo que realmente piensan.

En ese castillo, con esas almenas y defensas - que bien lo refleja Peridis cuando en sus viñetas expresa el final de un mandato, con un líder siempre encastillado - con esas torres en las que veo las caras de Ruth, Carmen Silva, Madina o Cármen Sánchez acompañadas de otros muchos que no miran hacia fuera, hacia el llano, hacia los que cada día tienen que lidiar con una realidad que no sienten y que no la ven y no la sienten, porque solo tienen ojos para la torre central, la que siempre mira al cielo y a las torres de los castillos vecinos, Es la torre que tiene la efigie de Zapatero.

El final de los gobiernos socialistas siempre ha sido el mismo; El ensimismamiento del líder ayudado por el seguidismo ciego de su guardia pretoriana. Eso solo anuncia el final, el futuro queda servido.

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