lunes, 28 de junio de 2010

"La trucha", lied de Christian Schubart con música de Franz Schuber.

En un límpido arroyuelo
nadaba alegremente
la trucha juguetona,
veloz como una fecha.
Yo veía desde la orilla,
sentado tranquilamente,
el baño del viva pececillo
en el claro arroyuelo.
Un pescador con su caña
se situó en la orilla
y miró a sangre fría
los zigzagueos del pececillo.
Mientras el agua siga clara,
y no se enturbie, pensé,
no podrá coger a la trucha
con su anzuelo.
Finalmente el ladrón
se cansó de esperar.
Pérfidamente enturbió el arroyuelo
y antes de que pudiera darme cuenta,
la caña dio una sacudida
y el pececillo quedó atrapado.
Yo con la sangre alterada,
vi la presa engañada.



Christian Schubart, preso en la fortaleza de Asperg, donde pasó todo un decenio por sus críticas a las autoridades, añadió originalmente otra estrofa que explicaba la parábola y formulaba una advertencia a las jovencitas para que no se dejaran seducir; pero aquella moraleja pequeño-burguesa sólo tenía como intención engañar a los censores de la época. En realidad, su poema aludía a comportamientos políticos.
En un arroyo transparente un pez acosado siempre puede eludir el anzuelo, pero en aguas revueltas se pesca más fácil, como saben no sólo los pescadores, sino también los gerifaltes poderosos y dominantes....

( Ver en EL CRASH DE LA INFORMACIÓN. Los mecanismos de la desinformación cotidiana. MAX OTTE. Editorial Ariel, 2010.)

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