lunes, 13 de septiembre de 2010

¿Merece alguien ganar las elecciones?

( Tomada del blog de Jordi Sevilla)

Todas las encuestas reflejan una profunda desconfianza ciudadana respecto a los líderes de los dos principales partidos, incluyendo por parte de sus propios votantes. Y es que pocas cosas, salvo la corrupción, resultan tan letales para el vigor de la democracia que esa teoría según la cuál, no se ganan las elecciones desde la oposición, sino que solo se pierden desde el Gobierno. Porque convierte a la oposición -sea quien sea- en un agente falto de responsabilidad y en espera de que el Gobierno la pifie, solo le interesa desprestigiarlo. Y en una democracia, la oposición -sea quien sea- también tiene su responsabilidad para que el sistema funcione. Descontentos, tanto con el Gobierno como con la oposición, el sistema se gripa.

Cuando la lógica partidista se impone sobre la lógica democrática y el objetivo principal de la política no es resolver problemas para impulsar el bienestar colectivo de la sociedad, sino conseguir el Gobierno, los partidos centran su acción en aquello que mejore su posición electoral RELATIVA respecto al principal competidor. Desde ese momento, lo principal ya no es intentar hacer bien las cosas, sino aparentar que se hacen mejor que el otro. Dicho de otra manera: en esta lógica, los partidos no piden el voto a los ciudadanos argumentando lo buenos que son ellos y sus propuestas, sino LO MALO QUE ES EL OTRO.

Las últimas elecciones europeas ya fueron en esta clave, de manera evidente: cada uno de los dos grandes partidos más interesado en señalar los problemas del otro que las bondades propias con el único objetivo de fidelizar el voto propio y desanimar el voto del adversario.

Si, cuando estas en la oposición, no ganas las siguientes elecciones gracias a que tus actuaciones, argumentos y propuestas logran convencer a una mayoría de que contigo les irá mejor, sino que debes, simplemente, esperar a que el Gobierno cometa errores y pierda, entonces no estarás interesado en ayudar a resolver problemas complejos, rehuirás todo tipo de pactos, incluso los de Estado, te limitaras a deteriorar al Gobierno y ocultar tus intenciones y programas para no despistar a la gente que debe centrar su atención en lo mal que, según tu, lo hace el Gobierno.

Mi tesis es que si todo lo que haces desde la oposición es esperar el desgaste del Gobierno, incluso en momentos graves y, desde el gobierno, te limitas a deteriorar a la oposición, entonces, no merece nadie ganar las elecciones. Ni el que hace ese tipo de oposición, ni el que está en un Gobierno deteriorado. Porque si se cambia de partido en el Gobierno pero no la lógica de funcionamiento, el nuevo Gobierno no podrá contar con la ayuda responsable de la nueva oposición que solo estará interesada en que se desgaste el Gobierno.
La cuestión es: ¿Y ENTONCES, QUE HACER?. Porque, a pesar de todo, ninguno de nuestros problemas importantes se puede resolver desde fuera de la política y cualquier otra opción sistémica, es peor, por lo que significa de deterioro agravado de la democracia.

Me temo que estamos en un CUL DE SAC político, pero con cuatro millones y medio de parados y una grave crisis institucional derivada del Estado de las Autonomías a medio hacer, de la crisis de la Justicia, la Educación, la competitividad etc.

La última vez que estuvimos en una situación parecida, salimos adelante gracias a los Pactos de la Moncloa y al consenso sobre las reformas básicas de la convivencia que nos une. ¿Podría ser una solución algo parecido hoy? ¿Sería posible? ¿Como podemos empujar a las direcciones de los partidos políticos, inlcuidos PNV, CiU, ERC, IU, etc para que cambien de comportamiento, al menos, en estas horas dificiles de España, recuperando eso que se llamaba antes interés general?

Si no se consigue algo así, empujando las reformas económicas, sociales e institucionales que estan bloqueando nuestro avance como país y, con ello, el mayor bienestar colectivo posible, alguien ganará las próximas elecciones generales. Pero no se lo merecerá, sea quien sea, porque no habrá hecho méritos para ello sino que, simplemente, será percibido como menos malo que su adversario. ¡Vaya consuelo!

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