domingo, 28 de julio de 2013

Cádiz. Patrimonio urbano

«Para Cádiz es mejor un rascacielos de 30 plantas que varios bloques de 12»

28.07.13 - 00:41 -

Escuela de Náutica. Cádiz
A diario pasamos junto a verdaderas obras de arte que nuestros ojos se empeñan en no mirar. Son joyas arquitectónicas cuya virtud sólo está al alcance de los expertos en técnicas constructivas o corrientes artísticas, pero que el ciudadano de a pie ha hecho suyas a base de usarlas, en el mejor de los casos, o de cambiar de acera para evitar que se le caiga un trozo encima en el peor. Es difícil valorar lo que no se conoce y por eso es bueno recurrir a los que saben para que pongan las cosas en su sitio, en su medida y en su momento. El decano del Colegio de Arquitectos de Cádiz, Víctor Manuel Gómez, ve la ciudad con otros ojos, con los ojos del que mira y comprende. Por eso hay que hacerle caso cuando advierte de la importancia que tiene cuidar un patrimonio, el más reciente, el del siglo XX, al que no se le ha prestado en los últimos años la atención y el cuidado necesarios.
Los ejemplos más llamativos son los de dos edificios que parecen tener sus días contados: El Olivillo y la Escuela de Náutica, ambos en el entorno de la playa de La Caleta, con un estado de conservación penoso y unas perspectivas poco halagüeñas. Víctor Manuel Gómez destaca algunas de las virtudes de estos edificios. Respecto a El Olivillo, un edificio que se concibió en principio para acoger viviendas y que más tarde se adaptó para darle un uso sanitario, explica que tiene el mérito de haberse integrado perfectamente en el entramado urbano, con una escala que encaja a la perfección con las construcciones cercanas. Eso, además de ser «un edificio que responde a una arquitectura moderna, del más puro estilo racionalista y en el que destacan sus vuelos y la disposición de sus huecos». El edificio fue levantado en 1949 por Rafael Hidalgo y Antonio Sánchez Esteve, uno de los grandes referentes de la arquitectura contemporánea en Cádiz.
Y un valor mayor si cabe tiene el edificio colindante de la Escuela de Náutica. Construido en 1970 por José López Zanón y Luis Laorga Gutiérrez, fue un inmueble «absolutamente moderno para su época», además de responder perfectamente al uso con que se concibió y quedar plenamente integrado en el entorno. En su Guía de Arquitectura de Cádiz, Juan Jiménez Mata y Julio Malo de Molina se refieren a él como una «impactante edificación, de una modernidad ecléctica, que evoca recursos expresivos del primer racionalismo y se implanta con acierto en una relevante posición». Pero todo esto parece no ser suficiente para garantizar la pervivencia de ambos edificios, que dependen de las decisiones de futuro de la Junta de Andalucía.
Pero estos son sólo algunos ejemplos de actualidad. En la ciudad hay otros muchos edificios contemporáneos con un valor que se apreciará con el tiempo, e igual que ahora los grupos de turistas se paran ante las casas palacio de los siglos XVII y XVIII, con sus fachadas recargadas, sus balcones barrocos y sus torres miradores -con estéticas que responden a las necesidades constructivas del momento y que en algunos casos serían apreciadas con escandalosas muestras de desaprobación por parte de los gaditanos de la época-, se convertirán en referente arquitectónico, pero sobre todo en testigos y muestras de la historia de la ciudad. Ese es justo uno de los grandes méritos de una ciudad con nulas posibilidades de expansión como Cádiz, según comenta el decano de los arquitectos de la provincia, «el haber sabido conjugar y mantener muestras de la arquitectura de cada época histórica por la que ha pasado, desde la fenicia a la actualidad». Algunos de esos inmuebles que darán cuenta de lo que fuimos son, por citar sólo algunos, el edificio de Correos, el de Telefónica en la calle Ancha, el de Transmediterránea en la avenida Ramón de Carranza, la Ciudad del Mar en Puerto América, el Balneario de la Palma, el edificio de los históricos almacenes Hermu (en la esquina del Palillero y Columela) o el cercano edificio del Cine Municipal.
Pero no sólo en el casco histórico hay edificios de gran valor arquitectónico. También en extramuros, donde pueden pasar aún más desapercibidos, hay importantes ejemplos de la excelencia constructiva del siglo XX. Ahí están el Instituto Drago, el Pirulí, la torre de tendido eléctrico de Puntales, el Edificio Asdrúbal, la Iglesia de San Severiano o la espectacular Casa Grosso en Bahía Blanca. Por el momento, todos estos ejemplos tienen un valor y un mérito que garantizan su pervivencia, y es que son construcciones vividas, con uso. Esto, según el decano de los arquitectos, es la mejor forma de protección, más allá de aparecer en un catálogo o de tener un grado de protección en el Plan General de Ordenación Urbana.
En ese punto detiene su atención Víctor Manuel Gómez. «Hemos atravesado distintas épocas en las que ha habido obsesión por protegerlo todo y otras en las que las administraciones se han desentendido de sus deberes de conservación por completo. Y en el término medio está la virtud. Los arquitectos tenemos un principio, y es que no nos gusta derribar nada. Pero para las ciudades como Cádiz las únicas posibilidades de regenerarse son la rehabilitación y la sustitución de unas piezas por otras. La clave, lo que dice si esas piezas nuevas son buenas, es la integración que se consiga en la ciudad».
Por supuesto, Gómez considera que hay edificios, que aún teniendo cierto grado de protección en el PGOU de Cádiz, son sustituibles. Es el caso de uno de los que han levantado polémica en las últimas semanas, el inmueble de la calle Cruz, 11, donde Procasa prevé levantar otro edificio para viviendas. «Es el ejemplo de una construcción que no tiene valor como para estar protegida». De igual forma, está convencido de que no se pueden solucionar conflictos de conservación, como el de la Escuela de Náutica, obligando a mantener las fachadas y dejando hacer por dentro todo tipo de actuaciones. «Un edificio es lo más parecido a una persona. Su estructura es como nuestro esqueleto, y su fachada es nuestra piel. No se entiende una cosa sin la otra. Esos edificios deben tirarse o mantenerse con todas sus consecuencias, porque la piel que tiene ese edificio responde a su estructura y a su uso», comenta.
Mucho se ha hablado en los últimos años de los hitos que el Ayuntamiento de Cádiz contemplaba construir en la avenida Juan Carlos I. Varias torres para oficinas y viviendas de gran altura que se convertirían en referentes dentro del urbanismo de una ciudad que a lo largo de su historia, con desafortunadas excepciones, ha sabido mantener una uniformidad bastante llamativa.
En estos momentos parece que los proyectos están aparcados, básicamente, por que la situación financiera no invita a las empresas del sector constructivo ni a las administraciones públicas a embarcarse en grandes inversiones. No obstante, el PGOU contempla la posibilidad de que se levanten en algún momento y es una opción que los profesionales de la arquitectura ven con buenos ojos.
Víctor Manuel Gómez es partidario de este tipo de grandes edificios, pero con un condicionante: «que estén bien integrados en la ciudad y no causen problemas». Con ello se refiere a que no tiene sentido levantar un gran edificio de viviendas si no se rodea de espacios de esparcimiento y de equipamientos que den servicio a las personas que vayan a vivir en dicho 'hito'.
Gómez huye de las «medias tintas». «Es preferible un edificio de 30 plantas con espacio libre alrededor que colmatar la ciudad con varios edificios de doce o catorce plantas», afirma. En zonas densamente pobladas, como el barrio de La Laguna, una construcción así no haría sino colapsar la vida de sus vecinos.
Respecto a otros grandes proyectos arquitectónicos pendientes en la ciudad, como el nuevo Hospital, la Ciudad de la Justicia o la nueva Subdelegación del Gobierno, no cree que haya que poner límites a la creatividad de sus autores, simplemente deben estar bien construidos, «y ya los gaditanos los harán suyos, que es lo que han hecho con todo lo que han ido heredando a lo largo de la historia».
(Publicado en La Voz de Cádiz)

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