lunes, 31 de diciembre de 2012

Relegado del Doce. Fran González

Cuando apenas quedan unas horas para que se acabe el año, toca repasar con calma lo experimentado y sacar conclusiones sobre qué nos ha legado el Doce. Y, desgraciadamente, la sensación es que el gaditano ha sido relegado, ha quedado apartado y en un segundo plano en una efemérides que se antojaba esencial para el futuro de la ciudad. 

Más allá de algún que otro evento singular, y de forma aislada, el Bicentenario de la Constitución de Cádiz no quedará en la memoria colectiva de los gaditanos, más allá de alguna obra pública terminada y muchas inacabadas. Y eso sí es muy preocupante; más bien, es desalentador. Toda la clase política, todas las administraciones, debemos hacer autocrítica y entender que en muchos casos no hemos sido lo resolutivos que la población esperaba y demandaba ante una oportunidad para la ciudad que se calificó por todos como "única". 

Y si alguien representa sobremanera dicho fracaso político, esa persona es la alcaldesa, quien no ha sabido contagiar en la sociedad -agentes socioeconómicos, colectivos ciudadanos…- el espíritu renovador que recorrió las calles de nuestra tierra hace doscientos años, y que supuso una ruptura con el pasado, representado por una figura absolutista que, erróneamente, pensaba que todo giraba en torno a su real persona. La Carta Magna gaditana cambió el arquetipo y dio un impulso decisivo al papel que debía jugar la ciudadanía. 

Las ideas bullían y Cádiz avanzaría, en buena parte, mirando hacia América. Y ahora, como entonces, es allí donde entiendo que debe tornar la ciudad, de nuevo, dos siglos más tarde. Cádiz y su bahía como epicentros de un flujo mercantil que favorezca a las dos orillas del Atlántico. La zona portuaria, los Astilleros y el tejido empresarial de la provincia se podrían beneficiar así del impulso económico de un puñado de países centroamericanos y sudamericanos que crecen anualmente, pese al momento de crisis generalizada que padecemos. 

Unos pocos gaditanos ya han dado el paso y están estrechando lazos comerciales con empresas iberoamericanas. Pero ese no puede ser sino el principio de un impulso irrefrenable, porque Cádiz tiene futuro siempre y cuando haga memoria y recuerde que su riqueza vino del mar. Cuando reconoció lo bueno que le llegaba del exterior, lo integró y lo hizo propio, algo que hoy día pervive en su forma de ser y en parte de sus más arraigadas tradiciones.

(Publicado en http://www.diariodecadiz.es/article/opinion/1429239/relegado/doce.html)

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