jueves, 21 de junio de 2012

Tarifa d'Or, por José Pettenghi Lachambre

UNA de las primeras declaraciones de Arias Cañete, recién nombrado ministro de Medio Ambiente, fue arremeter contra la Ley de Costas: "Frenar la actividad económica no garantiza la conservación" dijo, que traducido resulta "Vamos a dejarnos de la chorrada esa de la ecología, y a construir chaleses y urbanizaciones que es lo que deja pasta". 

La primera en la frente. Y muy cerquita, en Valdevaqueros (Tarifa) donde se planea construir un complejo urbanístico de 700.000 metros cuadrados. Algo así como Marina d'Or pero a un paso de la duna de Punta Paloma, a dos del Parque Natural del Estrecho, y a medio de una de las mejores playas vírgenes de Europa. O sea, Tarifa d'Or. 

Y llenar aquello de bares, apartamentos y chiringuitos cuyos nombres agotarán las posibilidades combinatorias de playa, sol, pino y mar: Pinomar, Playasol, Sol y Mar, Mar y Sol, Pinosol, Playamar y así hasta la nausea. 

Todo ello bajo el argumento falaz de que "genera empleo". Tal vez, pero se pierde algo mucho más valioso. ¡Cuánto darían en la Costa del Sol por poder volver a empezar! 

Tres son las patas que sostienen este alocado proyecto: el Ministerio de Medio Ambiente, un pintoresco alcalde que ha combatido bajo cien banderas (por ahora) y la fracción más pijiguay de la administración medioambiental de la Junta de Andalucía en la Provincia de Cádiz. 

Es este, además, un modelo obsoleto y fracasado. El del ladrillo. Un poné: Marina d'Or acumuló en 2009 una deuda de 700 millones de euros y su plantilla se redujo a la mitad. Eso en 2009, las cifras actuales deben ser más amenazadoras. 

Cuando el poder, las ideologías, la economía y hasta la esperanza se vienen abajo, a algunos se les ocurre hacer una urbanización. 

Con todo ello, no es casualidad que en Chiclana la concejala de Urbanismo viva en una vivienda ilegal, pues su partido existe exclusivamente para la legalización de viviendas ilegales. O que la ministra de Trabajo confíe en que la Virgen del Rocío acabará con la crisis. Sólo queda que nombren ministro de Cultura a Manolo el del Bombo.

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