sábado, 1 de noviembre de 2014

La tarjeta de visita, por José María Esteban

Cuando se hace la transición de lo nuevo a lo antiguo en Cádiz, a través de las Puertas de Tierra, se produce un poderoso y sensible cambio. Cádiz es muy diferente por ello, y esa es nuestra primera y más icónica imagen, que nos diferencia e identifica del resto de las ciudades. 

Las actuaciones y orientaciones arqueológicas, fundamentalmente italianas, desde los años 50 del siglo pasado, dejando desnudas las paredes de los edificios históricos y convertirlas en falsos tratados de músculos sin piel, ha sido una tradición que ha desembocado en muchos deterioros y
deslucimientos patrimoniales. Todo ello escondía una clara y evidente dificultad técnica y carestía económica para reponer los antiguos estucados y los históricos tratamientos en bellísimos y artesanales trampantojos arquitectónicos. Nuestra querida piedra ostionera también conoce de ello, y debe estar tratada en oculta, ordenada y protectora materialidad externa. Lo que vemos por doquier en todo el mundo, por aquella fatua moda, no son sino paredes de osamenta vista y falsa calidad y cualidad constructiva, en absoluto arquitectónica. 

Eso es lo que le pasa con nuestra magnifica entrada histórica: las Puertas de Tierra. En una falsa concepción de la restauración y un casi atentado por las inexpertas manos de las escuelas taller, está como si siempre se fuera cayendo y una sensación de un continuo sin terminar. Hay que restituir sus paramentos exteriores tapando los desconcertados mampuestos de su soporte constructivo. Hay que dejar los bellos encadenados, enmarcados y enjarjes de sillares de piedra ostionera de bella ejecución: tratados, protegidos y con sus texturas. Pero hay que tapar completamente, tal como se ha hecho con el Torreón, todo los demás. Ganaríamos en belleza, presencia y monumentalidad. La restauración en estos últimos años, se ha llenado de casos de poca pericia profesional, excesivos fanatismos de poder y catetas corrientes demagógicas, por culpa de leyes poco eficaces en el Patrimonio, que se han dejado sin concluir en muchos casos, como el remate de la Catedral nueva por ejemplo, para evitar incómodos encuentros. 

Lo digo y repito, nuestra mejor tarjeta de visita, nuestras flamantes Puertas de Tierra, se encuentran ajadas e impresentables, y no es mucho el gasto necesario para restaurar sus amuralladas paredes, frente a otro tipo de dispensaciones económicas, a las que estamos acostumbrados.

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