Murallas de Cádiz |
La franja litoral es siempre un territorio frágil. El poderoso mar tiende a recuperar los espacios que el hombre ocupa sobre su lámina y en los límites donde la tierra emerge para albergar otras formas de vida que a la postre siempre dependen de las aguas. Más aún en pequeños promontorios, avanzadas de tierra firme que se aventuran a disfrutar los dones de la mar.
La ciudad antigua de Cádiz viene ocupando desde hace milenios un espacio muy delicado que protege las aguas mansas de la Bahía frente al dilatado océano. Sólo el valor estratégico de ese lugar, finisterre europeo a la salida del Mediterráneo y asomado a América y África, centro de todas las rutas marineras, justifica el esfuerzo del hombre para mantener esa posición tan expuesta, sobre una escollera, restos de la placa litoral que seccionó el Rio Guadalete durante la última glaciación. La isla se configura mediante esa muralla secular que la protege, a costa de un constante esfuerzo que de mantenimiento a través de una serie imparable de obras, que comienzan los marinos tirios en el siglo XI aC y se continúan hasta el siglo XIX (tres mil años), alterando en ocasiones la propia forma del recinto.
Ya en los años de posguerra se recurre, por la limitación de recursos, a la protección de los lienzos de muralla dañados mediante un sistema de escollera artificial que ejecuta la empresa Hidrocivil, según proyecto del ingeniero Juan Córdoba. La construcción de los dados o bloques resulta ingeniosa, pues consisten en cubos huecos mediante placas de hormigón armado muy manejables por su ligereza, y que se rellena con hormigón en masa una vez colocados en su emplazamiento, que resulta no ser acertado. La escollera hubiese funcionado si se separa de la muralla, provocando la rompiente en un lugar razonablemente alejado de la misma, de manera que se produciría entre una y otra un espacio de aguas serenas que no hubieran golpeado la muralla. La solución actual no protege la muralla pues la rompiente acomete contra la misma y la escollera no aminora más que levemente los azotes del Mar de Vendaval. Así se protegió de forma precaria el Campo del Sur en tiempos de penurias. Conocido sobradamente esto no se explica la intervención ahora en ejecución. A la postre, los bloques del Campo del Sur ya forman parte de la ciudad como la percibimos, pese al impacto ambiental ya introducido hace medio siglo y su escasa eficacia mecánica.
Sabido esto, que no hace falta ser perito en lunas para conocerlo, no se explica que se intervenga de la misma manera en lienzos de muralla que caracterizan el perfil más bello de nuestro “barco de piedra”, como le decían María Teresa león y Miguel Martínez del Cerro. Aconsejo al Ayuntamiento y a la Junta de Andalucía que detengan esta agresión contra nuestro mejor patrimonio, y pidan al Ministerio una intervención más sensata y respetuosa.