miércoles, 9 de octubre de 2013

Un paseo sobre el agua. Por Julio Malo.

Bahía de Cádiz
Las ciudades que asoman a la Bahía se han venido comunicando desde muy antiguo usando pequeñas embarcaciones que alegraban su espejo de agua mediante balanceos de mástiles y velas gaditanas. Hasta hace poco era frecuente el trasiego de barquitos llenos de ricos productos de esos huertos de Rota que secó la Base americana, así como el primoroso recorrido de los vaporcitos de Matagorda y El Puerto, éste último declarado Bien de Interés Cultural ahora reposa convaleciente en un varadero. Pero la Junta de Andalucía ha montado un servicio que recupera las líneas de cabotaje mediante embarcaciones ligeras. Los trayectos entre Cádiz y El Puerto discurren en 30 minutos y no sólo representan un eficaz medio de transporte público sino también la oportunidad de gozosos paseos entre los centros de dos bellas ciudades antiguas roturando las aguas desde la bocana del puerto de Cádiz hasta el viejo Guadalete, padre de la Bahía. El acceso al catamarán se produce desde un lugar con vistas privilegiadas a la ciudad que aún se disfrutan desde popa durante el inicio de la travesía, entre los enormes cruceros que configuran una rica barriada flotante cuyas fachadas cambian cada día. Inevitable lamentar que la inexplicable conservación de un edificio carente de valor impida ese umbral de Cádiz al mar que se podría configurar entre la estación ferroviaria y los muelles de pasaje.
La ruta discurre paralela al estrecho de Puntales y permite disfrutar la elegante belleza de las Torres de la Luz, la mejor arquitectura de la Bahía, obra del italiano Nero Scala. El trayecto se prolonga junto a la Península de Los Toruños, primero un leve horizonte de colores ocres y verdes, más allá la sucesión de edificios que en la lejanía no revelan su desafortunada arquitectura. Son diez minutos marineros desde la bocana al rio: «Las aguas del Guadalete,/ soñando van de verbena» (Alberti: ‘La Virgen de los Milagros’). Pueden mirarse con nostalgia los viejos pesqueros oxidados de la ribera este frente a las pulcras embarcaciones de recreo del Club Naútico, pronto la nave vira para atracar en la Terminal Marítima donde se puede tomar una bici para hacer más agradable el paseo por esta otra ciudad amable.

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