miércoles, 23 de mayo de 2012

Irene, por Rafael Román

ESCRIBIR de política es llorar". Así titulaba el historiador Santos Juliá su última columna. Aquí lloramos todos y por todo. Lloramos por el paro que nos agobia, lloramos porque los diques están "en dique seco", lloramos porque los directivos de las cajas de ahorro cuentan los suyos, mientras que dejaron a los industriales y comerciantes sin crédito. Lloramos también porque ayer una huelga por la supervivencia de la enseñanza pública era indicativa de los atrasos que vienen. Lloramos porque, tras haber defendido y practicado a machamartillo durante 200 años la alianza entre el Trono y el Altar, bendecido una guerra civil como una cruzada y puesto durante 40 años palio a un dictador, se quiera, por parte del máximo mandatario de la conferencia episcopal, dar lecciones sobre las relaciones entre la Iglesia y el Estado. Lloramos por las declaraciones de la primera edil de Cádiz, efectuadas en Ceuta, sobre la no preparación de los "indignados" y las califico cuanto menos de desafortunadas. Es algo así como confundir el culo con las témporas, perdón, el tocino con la velocidad. Sinceramente pienso que lo oído en la Cadena Ser es del todo incomprensible y que los ciudadanos merecen una explicación de quien han votado como su representante. 

En medio de esta vorágine -en la que hoy damos vacaciones en barco por el río Chicago, y no toca hablar, por tanto, de Merkel, ni de Hollande, de Obama, ni de Rajoy- emerge una socialista joven proveniente de la desembocadura del Río Grande para comenzar un periodo nuevo en la azarosa historia del PSOE de Cádiz. De entrada, aire fresco, que los electores agradecerán, porque han apoyado a los de mi generación en muchas ocasiones y con tanta grandeza y entrega, que nunca les podrá ser devuelta en la misma medida que ellos la dieron. 

Los que pensamos en socialista no queremos sólo un cambio de dirigentes. Queremos una dirección política que sea intransigente en materia de honradez -que lo parezca y que lo sea-. Queremos que unifique al partido en base a los principios. Que incorpore las preocupaciones que cito en el inicio del artículo para su acción y que sea capaz de conseguir lo que otros hemos intentado tenazmente y no hemos conseguido: que la política sea un ejercicio de personas consecuentes, respetadas y que sólo les mueva el interés general. 

Mi generación protagonizó la transición política en Cádiz, ahora toca -35 años después- desarrollar una política de credibilidad ante los problemas nuevos: desconfianza política, dictadura de los mercados, reparto equilibrado de los sacrificios, recetas viables contra el paro… Si Irene es esa persona, libre de ataduras, capaz de equilibrar un equipo que sea alternativa en la provincia de Cádiz, tendrá el apoyo de todos los que quieren un cambio para mejor.


(Publicado en Diario de Cádiz)

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