jueves, 18 de diciembre de 2014

Cádiz: una trilogía milenaria, por José María Esteban

En materia de Patrimonio no se debe ser en absoluto ni parcial ni excluyente. Cádiz podría huir de tópicos trimilenarios que pudieran encorsetarla, como los nuevos eslóganes de la sonrisa o el funcionamiento. Cádiz debe rescatar su mejor atuendo siendo unas de las ciudades más modernas y antiguas a la vez. Un vestido de gala que la haga lucir deslumbrante como urbe singularmente atractiva. 

A la vez, ya lo hemos dicho insistentemente, Cádiz pertenece a un marco geográfico y paisajístico que, con el liderazgo de una desbordante generosidad, la destacaría como guiadora de sinergias, donde tiene mucho que ganar y absolutamente nada que perder. Olvidar en su reconocimiento un fructífero pasado, un inmediato presente y un ineludible futuro, reconociéndose en el marco de la Bahía, la dotaría de una presencia más completa y deslumbrante. 

Nacen nuevas trilogías que magnifican el encanto de paisaje patrimonial de Cádiz. En un tiempo fueron sus dos mejores columnas: las de Hércules, que contradictoriamente nunca se situaron aquí, origen de su existencia. Pero ya le van naciendo nuevos y duplicados fustes icónicos, que deben suponer su nuevo y mejor mensaje, en este mundo donde existir y competir. 

Tres nuevos elementos geminados surgen en la nueva concepción visual de Cádiz. Fueron las dos torres de la luz, de Toscano y Scalla, de los 60; también los segundos más airosos arcos existentes en el mundo de las grúas-pórticos de Astilleros de los setenta; y finalmente las recientes y majestuosas dos liras de Manterola, con sus dos torres en el nuevo puente en la Bahía. Estos nuevos tres mitos icónicos pueden suponer la renovación, no solo del paisaje gaditano, sino de la necesaria y soportada ilusión que necesita nuestra ciudad. Luz, puerto y llegada. Lo que siempre ha identificado, como ninguna otra, nuestra fulgurante ciudad.
( Tomado de Diario de Cádiz)

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