jueves, 2 de diciembre de 2010

La factura de la vrgüenza, por JULIO MALO DE MOLINA

Algunas administraciones han decidido trasladar a los ciudadanos una relación de los gastos que el mantenimiento de su estado de salud cuesta presuntamente a la sociedad, ateniéndose sin duda a cálculos de dudoso rigor y olvidando que la salud no es una mercancía sino un derecho que el Estado queda obligado a garantizar. La papela en cuestión resulta: inexacta, porque los servicios públicos no pueden tasarse según leyes de mercado; injusta, porque incumple el imperativo constitucional de protección al débil; y vejatoria, porque humilla al que no hace sino acogerse legítimamente al amparo que el Estado le debe. Forma parte de este festín neoliberal a modo de huida hacia delante por parte de un sistema sumido en una anunciada y profunda crisis.
Recordemos semejanzas históricas entre el siglo XVI, cuando la Corona española detentaba el poder político mientras que en España la gente vivía mal, y la actual sociedad norteamericana en la cual la mayor parte de la población no disfruta de conquistas sociales consolidadas en Europa como el derecho a la salud, al desempleo y a una vejez digna. Aún llamamos estado de bienestar al modelo que garantiza los derechos básicos de sus ciudadanos. Resulta paradójico que la banca y las compañías aseguradoras utilicen la crisis que precisamente ellos han generado para combatir ese escenario. Y lo consiguen: el Estado aplica los recursos públicos para garantizar estabilidad a los poderes financieros a costa de recortes en los derechos sociales. Poca gente sabe que el estado de bienestar tuvo su origen en la Dinamarca del XVII cuando la corte ilustrada del rey Federico III decidió que el ejército no sólo se aplicara al oficio de la guerra sino también a la asistencia social de: ancianos, enfermos, niños y desamparados; utilizando castillos y cuarteles como hospitales, albergues, asilos y escuelas. Si bien son los partidos socialdemócratas agrupados en la Segunda Internacional quienes tras la Guerra Mundial extienden el moderno estado de bienestar por la Europa Occidental como alternativa al socialismo de estado que se impuso en la Europa Oriental.

La vergonzante y tendenciosa «factura» de la salud aparece como una reveladora regresión en la cultura de la solidaridad que venía caracterizando las estructuras sociales de Europa frente al pensamiento único que desde Wall Street se extiende por el planeta a modo de espesa mancha de petróleo y sangre. ¿Por qué en lugar de vejar a los ciudadanos con la infamante relación de sus presuntos gastos sanitarios no se publican los desmesurados beneficios que el Estado garantiza a los banqueros mediante la aportación de recursos públicos?

1 comentario:

  1. Totalmente de acuerdo. ¿Acaso la Administración no tiene recursos para acotar el mal uso de los servicios sanitarios? ¿Porqué el ciudadano que hace uso legítimo de sus derechos debe ser "informado" de lo que ha consumido? ¿acaso para que se sienta agradecido a sus bienhechores? Los servicios públicos son un gran logro de la sociedad moderna, que debe tender a la solidaridad y la justicia. No es el regalo de los que ostentan el poder a los administrados, que deben conocer la bondad de los administradores. Como el autor, creo que es una vejación a los ciudadanos y sobre todo una desconsideración hacia un gran logro social, un reproche al ciudadano que hace uso honesto de sus derechos.
    Juan Jesús Moreno

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